Historias Reales

El Efecto Ikea, por qué debemos participar en las decisiones

En el año 2011 se realizó un curioso experimento. Se seleccionaron dos grupos de personas, a los primeros se les enseñó un mueble de Ikea montado, a los segundos se les les pidió que lo montaran por sí mismos. Después, los integrantes de ambos grupos tenían que valorar económicamente el producto que tenían delante. Los que lo habían montado estaban dispuestos a pagar un 63% más que los primeros. 

Este experimento, llamado Efecto Ikea, demostró que estamos dispuestos a pagar por algo en lo que hemos participado, incluso si el resultado final no es perfecto. “Estará torcido pero es mi mueble”. 

Si aplicamos esta conclusión en los equipos y en los productos, llegamos a una incuestionable realidad: “valoramos más aquello en lo que participamos”. Si esto es así, ¿por qué no participamos de las decisiones de nuestra empresa? 

El Efecto Ikea

Aunque el rotundo éxito de Ikea lleva décadas con nosotros, no fue hasta el año 2011 cuando Michael I.Norton de Harvard y Daniel Ariely de Duke quienes evaluaron este efecto que ya se conocía muchos años atrás. 

En la década de los 50, las amas de casa despreciaron un producto que hacía mezclas rápidas en la cocina con lo que se reducía mucho el tiempo de cocción. El hecho de que rebajara la dificultad de cocinar hizo que las amas de casa de la época sintieran que su trabajo se subvaloraba, lo que provocó que comercialmente el producto no funcionara. Para solucionarlo, los fabricantes añadieron un nuevo paso a la receta, había que añadir un huevo. Al tener algo de esfuerzo, las amas de casa sintieron que el producto les podría ayudar y fue un éxito de ventas. 

Lo que hicieron los investigadores fue realizar varios experimentos donde evaluaban niveles de dificultad y su valoración posterior por parte de los participantes. Finalmente, concluyeron que cuando participamos del proceso, valoramos mucho más el resultado y estamos dispuestos a pagar más. 

De hecho, hay quien dice que el Efecto Ikea explica muy bien por qué nos sentimos atraídos por personas con las que nos cuesta más comunicarnos o con las que parece que no somos compatibles. Que sea un reto, que participemos, hace que nos guste más. 

Product Owner, ¿el único Owner?

Siempre que entrenamos a grupos de Product Owners les explicamos que, aunque tengan el accountability del Product Backlogs y de lo que se hace, si dejan participar a los developers acabarán consiguiendo mejores resultados. En nuestra experiencia, un developers que puede proponer mejoras en su producto acabará por realizarlo con más cariño y dedicación: “no es mi código, es mi idea y quiero que salga bien”. 

De hecho, existe un mito que dice que los programadores de videojuegos suelen probar muchos por las tardes para asegurarse de que funcionan, ¡son usuarios de lo que construyen! Este efecto motivador es clave para conseguir productos y servicios diferenciales. 

Hace unas semanas, nos explicaban en la empresa Cosentino que a los programadores se les trasladaba el feedback recibido de los usuarios para que pusieran en marcha ideas que mejoraran sus productos. “Esto es lo que dicen los usuarios, ¿qué podemos darles ahora?”. 

¿Dónde nos sentamos?

Hace unos años, trabajaba para un área de producto de una gran consultora. Esta área estaba bastante reconocida, realizaban un buen trabajo que les permitía trabajar con grandes bancos. Un día, hubo una reestructuración de las sillas y se cambiaron los puestos de trabajo. El arquitecto del equipo, una persona muy reconocida por su experiencia, le propuso a la responsable de la oficina que, esta vez, no les asignaran puestos de trabajo concretos, sino un área en la que ellos pudieran trabajar y organizarse en función del trabajo. La respuesta fue muy tajante: “no, se sientan donde se les diga”. 

Si algo tan poco relevante como tu sitio es impensable que lo puedas decidir… ¿cómo quieres que me involucre en esta empresa? A las personas no les gusta sentir que son recursos manejados por otras personas que les dicen hasta cuándo pueden respirar. ¡Nos gusta tomar decisiones! 

Todos hemos tenido compañeros o compañeras que eran muy “paraditos” y que no querían “problemas”. Preferían tener un responsable que les dijera lo que tenían que hacer. Esto es cierto, lo que nos genera una cuestión: ¿Son esas personas los mejores profesionales con los que hemos trabajado? Sinceramente, en un mundo cambiante tenemos que asumir riesgos y tomar decisiones. Escondernos tras un jefe o una jefa que nos proteja es cómodo, pero puede ser una desventaja si queremos construir productos o servicios que nos permitan sobrevivir en el mercado. 

Crear empresas con las personas

Hace unos años íbamos a empezar a trabajar con un cliente. Este cliente había alquilado una nueva oficina y, en breve, se mudaban. Les pregunté sí había contado con las personas para la nueva oficina y la respuesta me dejó helado: “quiero que sea una sorpresa”. 

Sí, podemos dar grandes sorpresas a los empleados y empleadas pero… ¿Y si contamos con todas las personas para la toma  de una decisión tan importante como nuestra “casa” durante muchas horas al año? Cuando participen, puede que no tomen la decisión que nos gustaría, pero tomarán las que ellos consideren más adecuada. La clave está en aprender a convivir con nuestras decisiones sin poder escudarnos tras nadie. Cuando tenemos que convivir con una decisión, la adoptaremos con mayor responsabilidad y pensando en el bien de la organización. 

El efecto Ikea, ¡sácame de aquí!

Sin embargo, vivimos en empresas dominadas por decisiones que otras personas toman por nosotros. Al final, vemos a las empresas como lugares de desconfianza donde aprovecharnos mientras nos “cuiden” y desaparecer cuando no nos aporten valor: un modelo en el que todos pierden. Las empresas porque tienen que estar contínuamente renovando el talento, lo que provoca gastar una gran cantidad de energía en fichar personas que se irán antes de ser rentables. Los empleados verán su carrera profesional como un cúmulo de saltos continuos entre empresas con el objetivo de crecer. 

¡Y lo peor de todo! estamos creando una sociedad llena de empresas en las que no podemos disfrutar del trabajo. Nos pasamos la vida laboral recibiendo órdenes después de haber estado años preparándonos para un trabajo que ejercemos a duras penas. Si miramos las estadísticas, comprobaremos que a más del 80% de las personas no les gusta su trabajo. 

Podemos seguir así, asumir que en el trabajo están los “jefecillos” y el resto, los dirigentes y la plebe, o podemos empezar a construir nuestras propias empresas. El Efecto Ikea no miente, valoramos más aquellos sitios que construímos nosotros mismos. 

Y tú, ¿considerarías el Efecto Ikea? 

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