Historias Reales, Scrum

Pasión al hacer aeroplanos: El propósito importa

Las empresas Teal están revolucionando el mundo de las organizaciones. Son empresas “diferentes” que tienen una manera diferente de generar valor. Estas organizaciones fueron estudiadas por Frederic Laloux en su libro: Reinventar las Organizaciones. El autor dividía las empresas entre las que tenían tres diferentes prácticas: autoorganización, propósito evolutivo y plenitud. Os queremos contar una historia real de la que solo conocemos una parte: el primer vuelo de la humanidad.

Los Hermanos Wright y el Aeroplano

A finales del siglo XIX, el ser humano estaba apunto de crear un invento revolucionario: el aeroplano con motor, que más tarde daría lugar al avión tal y como hoy lo conocemos. Por aquel entonces, el gran experto en el campo de la Aeronáutica era el astrónomo y físico estadounidense Samuel Pierpont Langley. Tenía todo lo necesario para triunfar en semejante hazaña. Era un profesor de matemáticas con gran reconocimiento y prestigio social. A lo largo de su carrera profesional, había recibido numerosos premios y condecoraciones. Su agenda rebosaba de buenos contactos. Entre sus amigos figuraban importantes políticos y poderosos hombres de negocios. De hecho, el gobierno norteamericano financió enteramente su proyecto. 

Así fue como Langley pudo contratar a las mentes más privilegiadas de la época. En su equipo, se encontraban los mejores pilotos e ingenieros mecánicos del momento. Además, también contaba con los materiales perfectos para fabricar el avión en condiciones. El New York Times seguía todos sus pasos, acompañando a Langley allá donde fuera. De hecho, empezó a ser conocido como “el hombre que iba a hacer volar a la humanidad”. 

Por aquel tiempo, los hermanos Orville y Wilbur Wright también estaban construyendo un aeroplano con motor en Estados unidos. A diferencia de Langely, no parecía que tuvieran ninguna oportunidad para lograr el éxito en su empeño. Eran fabricantes de bicicletas. No tenían ningún tipo de subvenciones económicas. Ni tampoco contactos o expertos que pudieran ayudarles. Financiaron su sueño con los beneficios de su tienda de bicicletas. Y ningún miembros de su equipo había pasado por la Universidad. 

Eso sí, los hermanos Wright tenían un sueño. Un propósito. Sabían por qué era importante construir aquel avión  y para qué serviría. Estaban verdaderamente entusiasmados por averiguar el problema físico que los separaba de encontrar la solución. Imaginaban los beneficios que su invento aportaría al resto del mundo. Su proyecto aeronáutico tenía un sentido que iba más allá de sí mismos. 

A Langley, en cambio, le movía la ambición personal. Quería adquirir el nivel de prestigio de otros grandes inventores de su época, como Alexander Graham Bell o Thomas Alva Edison. Langley perseguía un objetivo, pero no tenía un porqué ni un para qué bien definidos. No pensaba tanto en el impacto que el avión iba a tener en la humanidad, sino en lo que él podría obtener a cambio como recompensa. Aspiraba a ser rico y famoso, recordado para siempre como el inventor del avión. Era era su motivación. Por eso no vivía su trabajo con la pasión de los hermano Wright. Más bien, padecía cierta ansiedad y miedo por no ser el primero en conseguirlo. 

Intento tras intento, ni Langley ni los hermanos Wright conseguían surcar el cielo con su aeroplano. Y mientras que el equipo de Langley empezó a frustrarse e impacientarse, los hermanos Wright fueron contagiando e inspirando a toda su comunidad para que creyeran en su sueño. Y así fue como el 17 de diciembre de 1903, en un campo de Kitty Hawk, en Carolina del Norte, los hermanos Wright volaron por el cielo. Durante 59 segundos recorrieron 400 metros por encima del suelo, fue el primer vuelo con motor de la historia. 

¿Cómo pudo ser ? ¿Qué hizo que lograran lo que el propio estado, representado por el prestigioso equipo liderado por Samuel Pierpont Langley no pudo conseguir? Tanto los hermanos Wright como Langley trataban de crear lo mismo. Unos y otros estaban motivados y gozaban de talento. Sin embargo, los hermanos Wright tenían inspiración. Su empeño estaba siempre puesto en la contribución que iba a generar a la sociedad. No así el de Langley que, al enterarse, días después,  de lo sucedido, abandonó la carrera. Salió del negocio. Al no ser el primero. lo dejó. 

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La importancia de tener un propósito

Esta historia está sacada del libro Qué harías si no tuvieras miedo: El valor de reinventarse profesionalmente, de Borja Vilaseca. 

Cuando los equipos disponen de un propósito, tienen algo por lo que luchar. El propósito les permite irse a casa pensando que están aportando, que su trabajo tiene sentido. El concepto propósito en muchas organizaciones se materializa con “misión-visión-valores”. Esta triada no está mal, pero acaba llevando a la empresa a un objetivo económico principalmente. Cuando algo es solo económico, las personas no se motivan (como le ocurrió a Langley). 

El dinero es esencial para que una empresa exista, es el aire que le da la vida. Los profesionales entienden eso: entienden que sin dinero no pueden existir y, por tanto, no se puede obviar. Sin embargo, siendo muy importante, no puede constituir el único motivo de ser, porque muchas empresas ya buscan ese mismo objetivo. Si todas las empresas buscan ganar dinero, ¿por qué no irme a la que más me pague? En ese caso, entramos en una espiral donde los técnicos no paran de moverse.

¿No te has planteado por qué en el sector IT hay tanta desmotivación a pesar de que los salarios son muy superiores a la media del país? Además, este sector tiene muy poco paro y dispone de muchas oportunidades. ¿Qué ocurre para que sigamos viendo un alto índice de desmotivación? Parte de esta desmotivación se justifica porque las personas no se identifican con el objetivo de su empresa, con su motivo de existencia. 

Muchos profesionales acaban haciendo proyectos de manera cutre o chapucera debido a la enorme presión que cae sobre ellos. Tras eso, muchas personas acaban por estar quemados, no les gusta estar en sitios donde se hagan mal las cosas. 

JFK y el limpiador

Hay una historia muy famosa protagonizada por el ex Presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, sobre una de sus visitas a la oficina principal de la NASA en el año 1961. Mientras caminaba por las instalaciones, el Presidente se topó con uno de los empleados de servicios quien se encontraba limpiando el suelo de uno de los pasillos. Kennedy se detuvo un momento a conversar con el hombre, lo saludó con un apretón de manos y le preguntó: “¿Y usted qué hace aquí en la NASA?” El empleado con orgullo le respondió: “Señor, ¡estoy ayudando a poner a un hombre en la luna!”

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Scrum y el propósito

Disponer de personas que crean en el producto que construimos no es fácil. Requiere tener muy claro el propósito de nuestro producto, el motivo. ¿Por qué hacemos esto? Si no podemos responder a esta pregunta, difícil es que consigamos motivar a nuestro equipo. La motivación es esencial para el éxito en el mundo digital porque activa a las personas y les hace ser más creativas y comprometidas. 

Cuando el propósito es solo “hacer software” o “trabajar que por eso nos pagan”, ¿qué te impide irte a otro sitio mejor? La gran diferencia está en el motivo para levantarse por la mañana pensando “estoy cambiando el mundo”. 

Antes de comenzar con un equipo nuevo, os recomiendo que trabajéis el propósito de vuestro producto (y de la empresa). Si no le podéis dar a las personas un motivo, no esperéis lo mejor de ellas cuando lo necesitéis. 

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