El rol del Scrum Master es un perfil que ha aparecido con mucha fuerza y por ello se demandan muchísimas personas que puedan ejercerlo. Su principal misión es la de que se haga Scrum, aplicar sus reglas, teoría y prácticas.
Que curioso que esa sea su labor, en definitiva lo que el Scrum Master debe hacer es cerciorarse de que un equipo “siga lo que pone en la Scrum Guide”. Así pensado es un poco pobre, pero eso requiere una profundidad que hace que sea una labor complicada.
Jefe de Proyectos Scrum
Muchas organizaciones contratan al Scrum Master buscando una persona que sepa de Scrum, pero que siga siendo Jefe de Proyectos. Necesitan que alguien lleve las cuentas, que hable con el cliente y que levante la mano en caso de problemas. En mentalidades tradicionales jerarquizadas es lo que hay, tiene que haber alguien que haga ese trabajo y el Scrum Master es el que está más a mano.
Sin embargo, esto no es un Scrum Master. Hay una historia que he oído muchas veces, y, por desgracia, también es la mía. “Imagina a un compañero/a que lleva unos años trabajando en el mundo del software. Se metió en esto porque le gustaba programar, el desarrollo en general y trabajar en equipo. Sin embargo, en todas las empresas y equipos donde ha trabajado siempre ha habido problemas, a veces son graves, con muchas horas extras y clientes muy cabreados que rompen contratos, y otras veces son problemas menores pero con un regusto a que las cosas se pueden mejorar. De pronto, alguien en la organización habla de Scrum y de Agile y este compañero/a se convierte en Scrum Master. Entonces, empieza a investigar, lee blogs, libros e incluso asiste a algún meetup. Su ilusión vuelve a crecer, se da cuenta de que hay otra manera de hacer las cosas y es mucho mejor. No obstante, su organización recula, empieza a ver Scrum como un peligro porque algunos equipos no estiman, parece que no tienen compromiso, y además… ¡no quieren echar horas para alcanzar una fecha que se acordó! Este compañero/a, decide que se tiene que ir, ahora cree en Scrum, y no cree en otra forma de trabajar. Y emigra.”
Esta historia me la he encontrado mucho cuando hago entrevistas, gente que se tuvo que mover del primer sitio donde empezaron con Scrum porque dejaron de creer en ello. Siempre en las entrevistas nos preguntan “¿Realmente lo hacéis?”. Estamos buscando un sitio donde nos dejen hacer Scrum, eso tan bonito que pone en la guía y que parece poco pero que es tan difícil hacer.
¿Para qué contratan a un Scrum Master?
Realmente hay pocas, poquísimas organizaciones que crean en esto de Scrum. No es que no les guste que ocurra, pero no se plantan ante una situación que les impida hacerlo. Las organizaciones necesitan de una transformación real donde la confianza es la clave.
Si el problema es de confianza, entonces ¿Qué podemos hacer para conseguirla? Si para que nos dejen trabajar tenemos que no hacer Scrum, por ejemplo, haciendo una planificación y estableciendo un compromiso final de un alcance que desconocemos. Confiarán en nosotros sí, pero confían porque les vamos a entregar en fecha, no porque vean Scrum como una manera de entregar valor. De hecho, seguirán confiando en Scrum mientras se entregue en fecha, en el momento que una fecha no se cumpla se acabó el Scrum o mejor, retorcerán el framework hasta destrozarlo para conseguir que se cumpla y seguir llamándolo Scrum (al fin y al cabo es por lo que pagan).
La única recomendación que para mí tiene sentido es utilizar el histórico. El legacy de una organización es el mejor argumento para tratar de cambiar las cosas. A veces es la palanca que nos permite hacer Scrum. El pasado que salió mal puede ser el argumento para querer cambiar.
A veces, no se puede hacer Scrum
Por último, si eres Scrum Master, tu misión es esa, señores, nos contratan para hacer Scrum. Aceptar no hacer Scrum para poder hacer Scrum en el futuro es la mejor manera de engañarnos. Pocas veces ocurre, y pocas veces es estable esa promesa. Cuando la única manera de avanzar es prometer un alcance y una fecha no esperes un futuro mejor, el poco a poco no funciona. Aquí tendremos que tomar una decisión, si queremos ser Scrum Master nos tendremos que mover, si no, tendremos que asumir, que no somos Scrum Master.
Hace poco discutía con un amigo sobre este tema, y él me comentaba que su organización estaba cada vez dándole menos importancia a Scrum. El me decía que su organización podría inventar un nuevo Scrum, un Scrum para consultoras adaptado al mercado español y que ayudara a los clientes con problemas reales. ¿Qué bien suena verdad? Sería perfecto, los clientes se sentirían comprendidos porque les darían fecha, y la organización podría fardar de haber llevado al mundo real algo como Scrum que es muy “de laboratorio” y que no ayuda. Las ventas subirían y todo sería perfecto. Incluso se atrevía mi amigo a ponerle un nombre como ScrumUP en vez de Scrumfall que suena a caída.
El problema es cuando esos clientes vean que es humo, que los problemas que tuvieron en el pasado se repiten, que su legacy no ha cambiado, sigue ahí. Las ventas no suben, el valor no se entrega, se hace Scrum (o eso nos han dicho) pero no vemos en qué hemos mejorado. Nos hemos dejado llevar por una moda que no resuelve nuestros problemas. Esto acabará pasando y las organizaciones que realmente apostaron por ello serán las que sigan vivas, las que más ganen.
Lectores, Scrum no es modificable y las funciones del Scrum Master son las que son. Si las estás haciendo serás un Scrum Master, y sino, no podrás serlo, podrás decirlo y ponerlo en tu linkedin, pero el hábito no hace al monje.